Después de todo…

Si, aunque las aves tengamos alas para volar a donde sea, también construimos un pedacito en donde refugiarnos del mundo. Y vaya si lo hacemos con esmero: elegir según la textura alguna pelusita que le podemos robar a algún animal, ¿será lo suficientemente firme ese estambre para atar ramas?; encontrar un ambiente tranquilo para la construcción, cortar con cuidado las florecitas que le añadan color.

Si, volar no se compara con caminar. Sentir el aire en el rostro, en las alas, en el vientre… es como flotar algunas veces. Saber que somos libres para buscar mejores climas, nuevas fronteras e incluso entornos más convenientes. Pero contar con ese pedacito llamado nido es tan importante como la exploración. Después de todo, la vida es balance.

He tejido por varias temporadas una casita en donde compartir un buen higo o un gusanito, en donde sacarle provecho a tanta textura diversa, dispersa en el suelo de forma que esté firme y sujeto a la rama del árbol… Volar en soledad es bueno y necesario, pero decía un humano, escritor, que “el amor es la libertad de volar acompañado”, y se me hace que aplica al espacio del nido también.

Aunque también soy el ave que está aprendiendo a desamarrar el nidito de la rama y volar hacia otros bosques. A decidir cuando y a quienes si convidar a mi pequeño pero cuidado entorno. No es fácil soltar, quizás por el miedo de lo incierto. Pero es otra etapa que habrá que enfrentar.

Después de todo, la vida es de ciclos.

13 Mayo 2023

CATEGORIES:

amor-animales-Relatos

No responses yet

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Latest Comments